Allá por los cada vez más alejados años noventas del siglo XX, Fernando de Ita viaja a París buscando entrevistar a Samuel Beckett, el behemoth del Teatro del Absurdo…

A esas alturas Beckett ya no pronuncia palabra, perdido entre las nubes del sinsentido, viene de una etapa donde sus obras carecen hasta del más mínimo diálogo. Fernando se esfuerza, trata de sacar algunas palabras de Beckett sin resultados satisfactorios. Quizá con cierta condescendencia o indiferencia hacia el mexicano (al menos en mi imaginación), Suzanne le dice que no insista, que no podrá sacar nada concreto que dé para una entrevista en forma. La única frase completa y coherente que Samuel le dice a Fernando es:
Estoy por que estallen las bombas.
Siempre he interpretado esto como una forma de decir que se está a favor de que todo camine hacia adelante, que las cosas no se estanquen en el mismo modo de realizarlas de maneras inefectivas y probar nuevas soluciones, incluso para perfeccionar lo que funciona de mediana manera. A veces podría salir mal (aprendiendo con esto una lección) y a veces podría salir bien.
La Vida (al menos por ahora) continúa…
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