
The Book of Human Insects
Ningen Konchūki
Osamu Tezuka
Vertical
368 páginas
Thriller, Drama
ISBN13: 9781935654773
Featuring a noir cast of jaded journalists, anarchist hit men, right-wing shadow brokers, cutthroat executives, and spent artists, “The Book of Human Insects” traces the career of an ingénue who is every bit those men’s match but is far from a feminist role model. Begun in 1970 as baby boomers were graduating from college and entering the workforce in droves, this graphic novel not only stands as one of comics master Osamu Tezuka’s first satisfying thrillers for a post-teen audience but also as a prescient critique whose actuality only fully registers today.
Publicado de forma serializada en la revista Play Comic (de la editorial Akita Shoten) de mayo de 1970 a febrero de 1971, The Book of Human Insects es la historia de Toshiko Tomura, un ser que al carecer de identidad y empatía tiene que ir mimetizando las habilidades de otras personas que tienen la mala fortuna de cruzarse en su camino.

Hace tiempo me propuse volver a leer historietas de manera regular, así es como retomé la lectura de 20th Century Boys (Nijusseiki Shōnen de Naoki Urasawa), una obra que dejé a medias hace una década (aún sigo en ello mientras voy comprando los kanzenban de poco a poco). A partir de ahí, en el apartado de Manga he conseguido otras publicaciones de Urasawa y de autores como Inio Asano, Junjo Ito, Taiyo Matsumoto, Yoshihiro Tatsumi y Ozamu Tezuka, artista cuyo primer acercamiento lo tuve en la infancia a través de las reposiciones de los capítulos de Astroboy (Tetsuwan Atomu) que daban en televisión abierta, por eso mismo por muchos años lo ubiqué como autor infantil, hasta que tuve la oportunidad de conocer gran parte de su carrera a partir de una extensa ficha biográfica en una revista española.
52 años han pasado desde la publicación de la primer entrega de The Book of Human Insects (Ningen Konchūki), en su concepción se tuvo muy en cuenta el presente de la década que iniciaba (1970) y la generación de la posguerra de la que forman parte los protagonistas, los llamados baby boomers que salían de las universidades para formar parte de la fuerza laboral en un país que aún cargaba con el fantasma de la Segunda Guerra Mundial. Como las buenas obras, hay algo en sus páginas que resuena en nuestro presente tan inmerso en el capitalismo salvaje que en los albores del aparente colapso pugna por el ignorante y descarado “¡Sálvese quien pueda!” reflejado en el actuar de la protagonista de esta obra.
A la memoria me llega un libro (Atomsk de Cordwainer Smith publicado en 1949) y una película (Un Illustre Inconnu de Matthieu Delaporte, estrenada en 2014) que con la historieta de Tezuka forman un trío de obras cuyos protagonistas son mimetizadores, no buenos, no excelentes… mimetizadores sin par en todo el mundo, seres con la capacidad de reproducir sin ningún mínimo error las capacidades de otro, ya sean talentos, apariencias, o ambos. Un espía, un asesino serial y una hedonista, los tres han pagado un alto precio por sus excelsas habilidades: No tienen identidad propia.

Toshiko Tomura (incluso el nombre es prestado) atrae todos los reflectores y titulares internacionales al ser considerada una persona brillante que ha desarrollado con excelencia cada una de las actividades en las que ha decidido incursionar: Arquitectura, Teatro, Diseño Gráfico, Literatura. Kametaro Aokusa, reportero de un diario sensacionalista, se pregunta si detrás del genio de Tomura se esconde algo más, y así inicia una investigación que lo llevará a recorrer un laberinto de mentiras y desengaños que no puede terminar bien.
Toshiko persigue las ideologías inculcadas a los jóvenes adultos de 1970 que aún siguen vigentes: Acapara, compra, consume, devora, repite el ciclo y nunca te detengas a preguntar por qué. El éxito personal depende de los cadáveres que escondas en el baúl. Lo que no me queda claro es que las persiga por deseo propio, creo que lo hace porque es el camino que la sociedad marca como el de una vida triunfal y al ser una persona sin identidad propia hace lo que cree que le hará encajar mejor en la sociedad. Para mi gusto, el estilo de dibujo infantil de los personajes de Tezuka no desentona del todo, incluso hay escenas en donde ayuda a reafirmar ese halo de inocencia pervertida[1] en Tomura.
[1] Al hablar de inocencia pervertida no me refiero a ninguna clase de interpretación sexual.
De las víctimas de la protagonista a lo largo del libro destaco tres: Una que no logra darse cuenta del juego en el que ha caído hasta su inevitable final, otra que lo descubre y decide seguir como instrumento de las maquinaciones de Toshiko, y otra que también lo descubre y decide terminar con su condición de víctima, lo que provoca una fuente de frustración a la protagonista, siendo la única ocasión en que demuestra (aparentemente) alguna clase de sentimiento genuino.
Definitivamente una de mis lecturas favoritas de 2022.

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