De Roland Topor ya conocía las ilustraciones, las pinturas y la obra que filmó en colaboración con Rene Laloux, pero no había hojeado ninguno de sus libros.

El Quimérico Inquilino
Le Locataire
Roland Topor
El Club Diógenes
204 páginas
Horror
ISBN13: 9788477026426
Trelkovsky, un joven parisino correcto y discreto, alquila un apartamento que ha quedado libre en la calle Pyrénées. Poco a poco, las relaciones con los vecinos y su obsesión por la trágica desaparición de la antigua inquilina, le van sumergiendo en una pesadilla llena de extrañas visiones, una grotesca trampa que adquiere las precisas dimensiones de un agobiante apartamento.
Me animé a leerlo después de escuchar la reseña en Todo Tranquilo en Dunwich, podcast que descubrí tras una búsqueda sobre los cuentos y las historias de Cordwainer Smith y que recomiendo a cualquier lector de horror, ciencia ficción, fantasía y todo lo que se encuentre en medio. Antes de continuar habrá que mencionar que Topor es uno de los fundadores del Movimiento Pánico junto a Fernando Arrabal y Alejandro Jodorowsky, así que algo de locura controlada se permeará en la novela.

A Trelkovsky (una persona correcta y educada que detesta cualquier clase de conflicto o complicaciones) le echan de su apartamento, pero gracias a su amigo Simón pronto encuentra alojamiento en la calle Pyrénées, en un edificio lleno de peculiares vecinos que no tardarán en aprovecharse de su forma de ser para hacerle más pequeño y obediente. El protagonista sabe que algo empieza a ir mal pero no puede darse el lujo de perder el apartamento pues todos sus ahorros han ido a parar al pago de la renta y la mudanza. Después de un percance en una pequeña reunión que organiza en su nuevo apartamento con sus compañeros de trabajo se empeña en ser un vecino modelo. Pronto se demostrará que esto no es suficiente para el resto de los habitantes del edificio.

En los márgenes de todo esto se encuentra la presencia espectral de Simone Choule, la anterior inquilina que al inicio de la historia se encuentra agonizando en el hospital tras haberse tirado por la ventana en un intento de suicidio que en principio no queda del todo claro. Cuando Trelkovsky le hace una visita de cortesía (en parte por saber si existe alguna posibilidad de que le vaya a disputar el apartamento), Choule acaba de salir de un coma y solo mantiene fija la mirada del único ojo que se le puede ver en medio de los vendajes. Es en el hospital donde el protagonista conoce a Stella, una amiga de Simone ajena al infierno que poco a poco se irá desarrollando en medio de la convivencia con los vecinos.
¿Hasta que punto es real la conspiración de los vecinos para llevar a Trelkovsky al límite? ¿Los habitantes del edificio en verdad quieren causarle algún daño al protagonista? ¿O es la paranoia de Trelkovsky la que le lleva al trágico final?
En algunas reseñas mencionan que es imposible identificarse con el protagonista de esta novela debido a su nivel de patetismo, algo en lo que no estoy del todo de acuerdo. Al inicio de la novela, la personalidad de Trelkovsky no es muy diferente a la de la mayoría, en la vida real la convivencia social del día a día es más o menos educada tratando de evitar o crear problemas, no vamos gritando o soltando golpes sin motivo alguno. Hasta aquí me parece que todo marcha bien. El problema empieza cuando, por seguir estas reglas a rajatabla, no hacemos nada por llamar la atención sobre alguna injusticia con el afán de no perturbar la pacífica convivencia, huyendo de los conflictos a toda costa pues una persona conflictiva es una persona negativa1. Por tener una convivencia en paz el protagonista de la novela se aferra a las buenas maneras, aguantando cualquier cosa y silenciando su voz.
Esta entrada llevaba meses en los borradores del blog, la novela la leí en octubre del año pasado y recientemente sucedió algo que me hizo volver a pensar en los temas del texto y en el que me parece el problema principal del protagonista. No pensaba dejarlo por escrito pero aquí les cuento lo que me sucedió:
En la fila del supermercado hay un individuo sin mascarilla y sin respetar la distancia social, ningún empleado le llama la atención, nadie dice nada hasta que la persona que se encuentra justo frente a él le pide por favor que mantenga la distancia mínima, el tipo responde burlón tomando más distancia de la necesaria haciendo aspivamientos, asegurando que no esta contagiado y tildando de paranoico a quien le ha llamado la atención, los ánimos entre las dos personas se empiezan a encender, por fin se acerca un empleado y le llama la atención a quien se atrevió a romper la paz. Así es como la persona que reclama por no seguir las reglas básicas de convivencia en un estado que ocupa los primeros lugares de contagios en México resulta ser castigada.
Al ser sacado de ese local frente a toda la gente sentí impotencia y vergüenza por unos segundos, de pronto me vino a la cabeza este libro y vi que todos a mi alrededor eran Trelkovsky.
Otros vecinos inquietos

La relación entre protagonista y vecinos en algo recordará a El Bebé de Rosemary (Roman Polanski, 1968) con esos vecinos que poco a poco se van metiendo en los asuntos de Rosemary Woodhouse llevándole por otro camino trazado por ellos; me gustaría pensar que no es coincidencia pues en 1974 Roman Polanski dirigió y protagonizó junto a Isabelle Adjani la adaptación cinematográfica de El Quimérico Inquilino.
Hay algo de la novela de Topor en Delicatessen (Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro, 1991), pues ahí también nos encontramos con un protagonista (interpretado por Dominique Pinon) recién llegado a un edificio de apartamentos lleno de vecinos que guardan un secreto comunal… al igual que los habitantes de La Comunidad (Álex de la Iglesia, 2000), aunque la protagonista interpretada por Carmen Maura dista mucho de ser tan “inocente” en sus actos como Louison o Trelkovsky. Me parece cuando menos curioso que a Trelkovsky (un tipo tranquilo al que llevan al límite) le parezca horrible la música de Beethoven, mientras que en La Naranja Mecánica (Stanley Kubrick, 1971) a Alex DeLarge (un tipo al límite que tranquilizan a la fuerza) le parece sublime.

Y si bien la contribución del autor de El Quimérico Inquilino al Séptimo Arte se encuentra presente en las animaciones de Rene Laloux (Les Temps Morts, Les Escargots y la siempre recomendable La Planète Sauvage), también puede ser visto frente a las cámaras en varias películas, como en el Nosferatu (1979) de Werner Herzog (protagonizado por Klaus Kinski e… ¡Isabelle Adjani!) en donde Roland Topor interpreta a Renfield.
- Plot twist: No es cierto. ↩︎
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