El día de ayer (tras las marchas del 8 de marzo) las mujeres de México se ausentaron de la vida pública como protesta hacia la desbordante cantidad de feminicidios que día a día ocurren en nuestro país. Los escasos resultados y la deficiente respuesta de los últimos gobiernos (y de parte de la sociedad), a los que al parecer les cuesta entender la más que justificada frustración y enojo del género femenino, han traído como consecuencia lógica manifestaciones de distinta índole en los últimos años, creando un movimiento al que se van sumando personas que al igual que las feministas están cansadas de la violencia de género y que no necesariamente están de acuerdo con otras luchas del feminismo (por ejemplo, la legalización del aborto).

Esa unidad al parecer molesta a otros sectores de la sociedad; por un lado, el gobierno en turno apoyaba la manifestación y el paro (eso sí, siempre y cuando no se caiga en actos violentos), por el otro, nos advertía de oscuros grupos conservadores infiltrados que financiaron el movimiento. A ver, desde mi punto de vista, resulta tremendamente inocente (por no decir otra cosa) condenar cualquier manifestación de violencia en un movimiento como éste, un rápido vistazo a la Historia nos muestra que los grandes cambios sociales se gestan en medio de diversos grados de violencia, ni siquiera el movimiento de Mahatma Gandhi (por nombrar algo que a los pacifistas a ultranza les encanta citar) estuvo exento de ello. También es tremendamente inocente (de nuevo, por no decir otra cosa) creer que todo el movimiento es financiado por oscuros intereses que quieren tumbar a nuestro angélico presidente; desde la perspectiva logística el argumento no se sostiene. Puntos extras si mencionan a Soros y a Jalife en la misma oración.










Otro argumento en contra del movimiento que condena los feminicidios y la violencia hacia la mujer son los datos que muestran que la cantidad de mujeres asesinadas es más bajo que la cantidad de hombres asesinados. Tengo que ser sincero, no lo he corroborado, aún así, como argumento me parece una falacia de las grandes: No importa la cantidad de muertos de un lado o de otro, hasta donde tengo entendido no estamos jugando una carrera para ver a quien matan más. Si acaso, lo único que pone en evidencia este argumento es la falta de empatía de los hombres hacia otros hombres al no exigir ni tomar acciones para detener la violencia.
Un libro y un documental para la ocasión

Todos deberíamos ser feministas | Este libro breve (apenas 64 páginas en su versión digital) es la transcripción de una TEDtalk impartida en 2012 por Chimamanda Ngozi Adichie. La autora se enfoca en el machismo del día a día al que se enfrentan las mujeres nigerianas, aunque no resulta nada complicado enmarcarlo en la realidad mexicana. Entiendo que para algunos el título pueda sonar dogmático pero por favor, hagan un pequeño esfuerzo para dejar de lado ese prejuicio y lean este libro. Pueden comprarlo en formato digital siguiendo este enlace o en físico por aquí o por acá, también hay una versión ilustrada por Leire Salaberria que pueden conseguir aquí o acá.

Basta de Acoso (Chega de fiu fiu) | Documental brasileño de 73 minutos dirigido por Amanda Kamanchek y Fernanda Frazão. Mediante las historias de tres mujeres que habitan en distintas ciudades de Brasil la película muestra la violencia de género en el contexto urbano y las formas de resistencia para habitar el espacio público mediante el activismo, el arte y la poesía. De nuevo, aunque el material es producido fuera de México se ajusta bastante a nuestra realidad cotidiana. Tuve la fortuna de ver el documental el año pasado a través de Mubi, y sé que estuvo en la programación del ciclo de documentales Ambulante 2019 aunque lamentablemente no he podido encontrar un enlace desde donde se pueda comprar o rentar la película. Por supuesto, siempre quedará la opción de buscarlo a través de otros medios (you know what I mean).
Una alternativa a leer el texto de Adichie o ver el documental de Kamanchek y Frazãoes es hablar con las mujeres a tu alrededor, pero hablar sinceramente, quitándose las máscaras del día a día, enfrentar la realidad sin echar mano de ideologías. Hablar con tu madre, con tu abuela, hermanas, tías, primas, compañeras de trabajo o escuela. Ampliamente recomendado para aquellos que dicen que las mujeres que hicieron paro el día 9 no tienen nada mejor que hacer, que la violencia en México no existe y que es producto del amarillismo de los medios, o que los hombres muertos sobrepasan a las mujeres asesinadas.
Si te has visto involucrado en violencia de género o empiezas a tener consciencia de actitudes machistas en tu persona y deseas cambiarlo siempre se puede acudir a terapia con un psicólogo o un psiquiatra. Hablar con alguien que no te va a juzgar, sin necesidad de filtrar nuestros pensamientos es liberador y nos hace aprender mucho sobre nosotros mismos y nuestro entorno. Nunca estará de más acercarse a distintas organizaciones, por ejemplo la CNDH, para tomar algún curso sobre violencia de género.
Sin temor a equivocarme puedo decir que la mayor parte de las mujeres con las que he convivido a lo largo de mi vida han sido víctimas de alguna clase de abuso, y casi estoy seguro que el resto simplemente no ha tenido la confianza suficiente para hablarme del tema. Puede que haber sido criado por mujeres y desarrollarme en un ambiente casi exclusivamente femenino no me haga feminista (aunque a veces me hayan llamado de ese modo para “avergonzarme”) pero sí me ha hecho ser testigo desde muy corta edad de esos desplantes casi desapercibidos del día a día que sé que están mal sin que nadie me lo tenga que explicar, esos pequeños pero constantes cadillos que se han ido acumulando junto a otros abusos mayores hasta formar la asfixiante masa informe de la que la sociedad debería liberarse.
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